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miércoles, 27 de agosto de 2008

vacuna papiloma virus (VPH) agost0 2008-El mundo.es


una vacuna políticamente correcta
21 de agosto de 2008.-

Lideraba el Ministerio de Sanidad Elena Salgado cuando altos cargos de su departamento –que además continúan en ellos en la actual legislatura- pidieron una reunión con EL MUNDO para debatir sobre la verdadera necesidad de universalizar en España la
Una vacuna políticamente correcta

21 de agosto de 2008.- Lideraba el Ministerio de Sanidad Elena Salgado cuando altos cargos de su departamento –que además continúan en ellos en la actual legislatura- pidieron una reunión con EL MUNDO para debatir sobre la verdadera necesidad de universalizar en España la vacuna del virus del papiloma humano (VPH). Esta inmunización, que en los ensayos clínicos había obtenido muy buenos resultados, estaba ya presente en los medios de comunicación al ser la primera vacuna capaz de prevenir un cáncer: concretamente el de cuello de útero –en adelante 'cérvix'-.
La lógica aplastante -en un principio- de que esa patología es, en su origen, una enfermedad de transmisión sexual provocada por la eventual potencialidad del VPH de malignizar las células de esa parte de la anatomía femenina, y que sin el virus esos tumores dejarían de existir, era un mensaje claro que entendió la mayoría de la sociedad, maravillada por los continuos avances de la biomedicina. Unos cuantos titulares en la prensa bastaron para que en nuestro país en buena parte de las familias se hablara de la importancia de vacunar a las mujeres entre 12 y 14 años, antes incluso de que comenzaran a tener relaciones sexuales.
Las razones que daba Sanidad para desapuntarse entonces del carro de la vacunación masiva contra el VPH tenían su sentido. La de más peso era que no había evidencia científica con la que se pudiera afirmar –como aseguraban los más entusiastas de la medida- que dentro de 30 años la mortalidad por cáncer de cérvix ya no sería problema debido precisamente a la vacuna. Además, nuestras autoridades, también con razón, mantenían que el vacunar no descartaría las visitas rutinarias al ginecólogo (que es lo que se ha probado que controla de verdad la enfermedad) y que la incidencia de la patología en España era de las más bajas del mundo y, por tanto, no constituía una preocupación para la Salud Pública. El problema del cáncer de cérvix en el mundo lo tienen sobre todo en África y en el Sudeste asiático.
De lo que no se habló, pero estaba latente, fue del costo de la financiación por parte del Estado, puesto que la medida es una de las más caras que hay en el mercado de la vacunación. Soportada por el erario público, lastrará en muchos millones de euros cada año las cuentas de las Conserjerías Sanitarias de cada Autonomía.
Lo que ahora sorprende es que el Ministerio haya cambiado el paso y apoye con entusiasmo vacunas contra el VPH para todas las adolescentes españolas sin que existan nuevos datos que justifiquen científicamente un cambio de rumbo tan marcado.
Quizá se comprenda la postura por el ruido excesivo que en su día se transmitió a nuestra sociedad sobre el asunto –los medios de comunicación hemos contribuido significativa pero precipitadamente a tanto decibelio- y la sensación que tienen las administraciones –movidas a menudo a golpe de titulares- de que lo mismo si se pagan terapias preventivas se pueden lograr votos.
Sin embargo, si se lee con detenimiento el trabajo que se publica hoy en el 'New England Journal of Medicine' sobre el coste-eficacia en EEUU (con mucha mayor incidencia de cáncer de cérvix que en España) habrá que concluir que –salvo casos ideales que se cumplirán muy pocas veces- el precio de vacunar a todas, comparado con el beneficio que se puede obtener, quizá sea disparatado.
El editorial que acompaña al trabajo es aún más crítico. Concluye que ninguna medida como ésa se debería tomar sin contar con datos mucho más sólidos de los que hoy se tienen.
Este blog se extendería demasiado si, además, se comentará con algo de extensión el demoledor artículo que sobre el marketing que se ha hecho del VPH se publicó ayer en la portada del 'The New York Times'. Estar en la primera página, en esas condiciones, del mejor y más influyente periódico del mundo no favorece en nada a una industria que necesita desesperadamente abandonar sus malas posiciones en la lista de empresas que cuentan con la confianza de nuestra sociedad. Como no suban puestos arriesgan realmente su futuro a medio y largo plazo.
Por otra parte, nuestras autoridades tendrían que consensuar (con ciencia y sentido común) las medidas sanitarias que generalizadas pueden ser enormemente caras teniendo más en cuenta (nos guste o no a los ciudadanos) el coste-beneficio de la acción.
En España, hay cosas que en salud pública, sobre todo en época de crisis como la que ahora tenemos, son mucho más importantes –y sí menos mediáticas y onerosas- que evitar el contagio del VPH en nuestras féminas a cargo del Estado.
José Luis de la Serna es responsable del Área de Salud y subdirector de El Mundo.. Esta inmunización, que en los ensayos clínicos había obtenido muy buenos resultados, estaba ya presente en los medios de comunicación al ser la primera vacuna capaz de prevenir un cáncer: concretamente el de cuello de útero –en adelante 'cérvix'-.
La lógica aplastante -en un principio- de que esa patología es, en su origen, una enfermedad de transmisión sexual provocada por la eventual potencialidad del VPH de malignizar las células de esa parte de la anatomía femenina, y que sin el virus esos tumores dejarían de existir, era un mensaje claro que entendió la mayoría de la sociedad, maravillada por los continuos avances de la biomedicina. Unos cuantos titulares en la prensa bastaron para que en nuestro país en buena parte de las familias se hablara de la importancia de vacunar a las mujeres entre 12 y 14 años, antes incluso de que comenzaran a tener relaciones sexuales.
Las razones que daba Sanidad para desapuntarse entonces del carro de la vacunación masiva contra el VPH tenían su sentido. La de más peso era que no había evidencia científica con la que se pudiera afirmar –como aseguraban los más entusiastas de la medida- que dentro de 30 años la mortalidad por cáncer de cérvix ya no sería problema debido precisamente a la vacuna. Además, nuestras autoridades, también con razón, mantenían que el vacunar no descartaría las visitas rutinarias al ginecólogo (que es lo que se ha probado que controla de verdad la enfermedad) y que la incidencia de la patología en España era de las más bajas del mundo y, por tanto, no constituía una preocupación para la Salud Pública. El problema del cáncer de cérvix en el mundo lo tienen sobre todo en África y en el Sudeste asiático.
De lo que no se habló, pero estaba latente, fue del costo de la financiación por parte del Estado, puesto que la medida es una de las más caras que hay en el mercado de la vacunación. Soportada por el erario público, lastrará en muchos millones de euros cada año las cuentas de las Conserjerías Sanitarias de cada Autonomía.
Lo que ahora sorprende es que el Ministerio haya cambiado el paso y apoye con entusiasmo vacunas contra el VPH para todas las adolescentes españolas sin que existan nuevos datos que justifiquen científicamente un cambio de rumbo tan marcado.
Quizá se comprenda la postura por el ruido excesivo que en su día se transmitió a nuestra sociedad sobre el asunto –los medios de comunicación hemos contribuido significativa pero precipitadamente a tanto decibelio- y la sensación que tienen las administraciones –movidas a menudo a golpe de titulares- de que lo mismo si se pagan terapias preventivas se pueden lograr votos.
Sin embargo, si se lee con detenimiento el trabajo que se publica hoy en el 'New England Journal of Medicine' sobre el coste-eficacia en EEUU (con mucha mayor incidencia de cáncer de cérvix que en España) habrá que concluir que –salvo casos ideales que se cumplirán muy pocas veces- el precio de vacunar a todas, comparado con el beneficio que se puede obtener, quizá sea disparatado.
El editorial que acompaña al trabajo es aún más crítico. Concluye que ninguna medida como ésa se debería tomar sin contar con datos mucho más sólidos de los que hoy se tienen.
Este blog se extendería demasiado si, además, se comentará con algo de extensión el demoledor artículo que sobre el marketing que se ha hecho del VPH se publicó ayer en la portada del 'The New York Times'. Estar en la primera página, en esas condiciones, del mejor y más influyente periódico del mundo no favorece en nada a una industria que necesita desesperadamente abandonar sus malas posiciones en la lista de empresas que cuentan con la confianza de nuestra sociedad. Como no suban puestos arriesgan realmente su futuro a medio y largo plazo.
Por otra parte, nuestras autoridades tendrían que consensuar (con ciencia y sentido común) las medidas sanitarias que generalizadas pueden ser enormemente caras teniendo más en cuenta (nos guste o no a los ciudadanos) el coste-beneficio de la acción.
En España, hay cosas que en salud pública, sobre todo en época de crisis como la que ahora tenemos, son mucho más importantes –y sí menos mediáticas y onerosas- que evitar el contagio del VPH en nuestras féminas a cargo del Estado.

José Luis de la Serna es responsable del Área de Salud y subdirector de El Mundo.